Imaginó a un Cortázar escribiendo el Capítulo 2, de su gran aclamada Rayuela, ¿sentado tal vez?, ¿con un corazón desesperado por sacudir palabras?, quizá ese es el poder de las letras, ni siquiera uno es capaz de predecir que surgirá del alma; en 1953 ya Julio precisó lo único que me resta decir: Nos queríamos en una dialéctica de imán y limadura, de ataque y defensa, de pelota y pared.
Despreocupate, está vez no habrá ataques, ni reclamos, ni llantos, ni lamentos, al final uno, termina por aceptar que mientras más fuerce el final para su novela, esté más tardará en llegar.
Si quieres ver más luces brillando, necesitamos que la oscuridad tenga la medida exacta, y la verdad es la llama... Qué valiente es la gente que nos permite asomarnos a su vulnerabilidad: leerlos nos sana y, mejor aún, acompaña a almas que necesitan abrigo.
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