Para nadie es un secreto que la violencia de género es un problema anclado socialmente, que se sostiene bajo las primicias más primitivas, creer que las mujeres necesitamos ganarnos el respeto y los derechos que por orden universal ya son otorgados al hombre, es algo bastante atroz.
Una de las principales cadenas que imperan para esto, es el amor, definitivamente, este concepto de amor romántico no podría ser más cómplice de todos los atropellos emocionales, aunque hemos avanzado enormemente, tampoco es de sorprenderse que personas crean que rehusarse a vivir a partir de la práctica de amor romántico, no tiene nada que ver con dejar de ser detallista, expresivo, sensible, amoroso, etc. Creo, que esa falta de información de que sí es amor romántico y que no es, nos aleja de un gran objetivo colectivo, liberarnos y amar desde el cuidado mutuo, reciprocidad y disfrute como bien lo menciona Coral Herrera al hablar de la revolución amorosa.
Junto con un concepto nacen muchos otros, y al hablar de feminismo aparece indudablemente la sororidad, la cual desde mi experiencia deja de ser una definición universal, y se construye desde el pragmatismo de cada una, que claro está, tendrá puntos importantes en común para que pueda funcionar.
Considerando esa premisa final, fue una total decepción darme cuenta que, tal sororidad era casi inexistente (por no decir nula), en uno de los momentos más álgidos, lejos de sostenerme, cavó un hoyo más grande, y tan humana soy que me enoje con los procesos sociales, con el ansiado cambiar al mundo, con la lucha feminista, no me resigne, pero tampoco sentía esperanza, estaba en el limbo, con medio corazón partido, una mente en guerra, un ciclo circadiano alterado y un cuerpo agotado.
Ahora, en perspectiva, y pasados los tragos amargos, reveer mi pensar en este concepto tan importante como es la sororidad (para mí), hace que llegue a nuevas conclusiones, para no perder las lecciones que hay que procurar extraer de los momentos que nos sacuden.
Primero, lo primero, no dejar que una experiencia, o buenos dos (o más, al final todas parten de un mismo grupo raíz), determinen, lo que vas a creer, o que te quite la esperanza de algo en lo que genuinamente tienes fe.
Segundo, entender la diversidad de experiencias que cada una ha vivido, me sirvió mucho, cuando escuche que, si quizás yo hubiera vivido lo que estás mujeres, muy probablemente también actuaria desde esas lógicas tan poco amorosas, y sororas, para nada se justifican y menos se aplauden pero, es que cargar ese peso, no es que ayude mucho tampoco, soltar, no desde la resignación, sino desde una aceptación que permite tener claridad de qué hacer.
Tercero, separar lo que haya que separar, el tema es bastante extenso, y abordarlo en su totalidad en un principio puede parecer imposible, o al menos desmotivante, y sobre todo, no dejar que en nombre del "amor", se vaya tu convicción de igualdad, por qué alguien en lugar de sumar en estos procesos, los fragmento desde el pacto patriarcal, y bueno, sin el ánimo de apuntar a todos, considerar a los "aliados".
Cuarto, darte la oportunidad entera de dudar, de prueba y error, e incorporar la diversidad, sin pasar por alto los privilegios, abrir el telar para todas las realidades, lo interseccional es innegociable.
Quinto, pero no menos importante, practicar la sororidad primero contigo misma, además algo que me he permitido es tomar esas frases "cliché": “Las mujeres que ayudan a otras a brillar, saben que hay espacio y luz para todas”, "las mujeres más fuertes son las que ves ayudándose unas a otras".
PD: Si a algo me resistía es precisamente a frases de este estilo, por qué, no se, como que ya nos etiquetamos de fuertes o débiles, algo así como, buenas o malas, y obviamente empiezan las categorías, pero abriendo un rayito en mi, lo veo como un empujoncito, porque me invitaron a creer en nosotras y no quedarme con mis malas experiencias como verdades únicas.
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